"Cuando algo se me cae desde la ventana,
aunque sea lo más menudo,
¡cómo se precipita la ley de la gravedad,
fuerte cual el viento del mar,
sobre cada brizna, sobre cada baya
y las conduce al corazón del mundo!
Cada cosa está vigilada
por un hada pronta a volar:
tal cada piedra, y cada flor
y cada niño por la noche.
Solamente a nosotros, henchidos de soberbia,
nos urge abandonar estas correspondencias,
para ir al vano espacio de alguna libertad,
en lugar de entregarnos a las fuerzas prudentes
y de elevarnos como un árbol.
En vez de acomodarnos, dóciles y tranquilos
a las rutas amplísimas,
nos enlazamos de muchas maneras,
y el que se aparta de los círculos
queda indeciblemente solo.
Debe aprender entonces, de las cosas,
a empezar nuevamente como un niño.
Pues ellas que pendían del corazón de Dios,
de Él nunca se alejaron.
El que osó superar
en el vuelo a los pájaros,
otra vez una cosa debe saber: ¡caer!
Pacientemente descansar
en la gravedad."
 
Cartas a un joven poeta
Rainer María Rilke.


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