Hay una característica que no me hace bien... una práctica humana muy común y que ejercemos todos, La Demanda. De acuerdo al agujero que tengamos demandamos... atención, cariño, apoyo, amor... demandamos. Nos ponemos en posición de abogados, nos ponemos en posición de juzgar a los otros para nuestro propio beneficio, y demandamos. La demanda trae consigo una exigencia, la demanda impone, la demanda no obtiene un no. La demanda DEMANDA ser atendida y resuelta. El término del diccionario dice que la demanda es una súplica, una petición y también lo refiere al término de "limosna". En términos de derecho, la demanda es "Petición que el litigante que inicia un proceso formula y justifica en el juicio". En las relaciones humanas, la demanda no debería existir. Nos ubica por empezar en las "víctimas" de algo que para el otro cometimos. Nos obliga ademas a hacernos cargo de esa demanda, aunque sea para decir que no nos corresponde hacernos cargo o que la demanda es injustificada. La demanda ya nos saca de lugar, nos saca desde el lugar de iguales, nos lleva al banquillo de los acusados. Y los que demandamos vamos al centro, todo nos sucede a nosotros, los que demandamos. Si soltamos a esa víctima, si soltamos a la demanda, cambiamos la demanda en un pedido, lo que nos gustaría, comunicamos al otro lo que nos hace felices, con la posibilidad de que eso coincida con las ideas del otro o no. La demanda no acepta un no como respuesta. El pedido si. La demanda se maneja entre pequeños, el pedido entre adultos. Me da mucho miedo cuando los adultos nos volvemos demandantes como pequeños. QUIERO, DAME, HACEME, LLAMAME, QUEREME! Ese lugar que nos deja inmersos en la práctica de conformarnos con la limosna y no con lo que realmente nos llena el alma como seres humanos y como pares. Personalmente, y desde este hoy, elijo pedidos concretos y aceptando el posible si o no del universo, a la demanda encubierta que nos aleja aún mas... la sinceridad crea puentes infinitos, sólidos como roca... y el primer paso es la sinceridad con nosotros mismos... mostrar los miedos, mostrar lo que nos hace fuertes y lo que nos hace débiles... y saber que esa humanidad, esa misma humanidad que vemos en los otros la tenemos nosotros mismos. Asi aprendemos a recibir.



This entry was posted on 12:23 a. m. and is filed under . You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.