Cuando el amor nos pierde, o mejor dicho nos encuentra. Alguien que de pronto, con solo cruzar miradas, a veces palabras, a veces rozarnos, nos convocamos. Ya empieza el de a dos… ambos nos convocamos a algo, algo que luego iremos dandole forma. La mejor manera de compartir egoismos, con quien andemos mas cerca de ese compartir, ahí vamos a decidir quedarnos y acercarnos aun mas. Ponernos del mismo lado de la cancha, para hablar, para amar, para discutir, para construir ese “nosotros”. Pero vuelvo al primer instante… ese instante de ser YO para ir a querer ser YO + VOS. Convoco y me siento convocada, y ahí vamos. Y todo se convierte en un torbellino de sensaciones, de ansiedades, de nervios, de felicidad, a mi me pasa de tener ganas de saltar como nena, bracitos en el aire… el encuentro me vuelve mucho a mi niña, nervios, vergüenza, dudas, sensibilidad que rebalsa, ganas, ganas de todo, ganas de mas… es una puertita que se abre y me zambullo, y no hay cabeza, no hay medida, no hay nada, hay convocatoria, y me lanzo. Y me brindo, y nos brindamos, y conecto escencias, conecto placeres y tristezas, conecto almas en instantes… abrimos puertas que teniamos cerradas, algunas otras entornadas, algunas que habiamos cerrado por reformas, le quitamos en cartel y salimos nuevamente al ruedo. El ritual del primer atisbo a esa suma… algo mas allá de nosotros que se une desde lados que ni tenemos idea… la sensación de SER mas intensa, la sensación del corazón acelerado.

Extraño mucho esa sensación



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